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domingo, enero 31, 2010


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A medida que vas hacia arriba, al cuarto centro, que es el del corazón, toda la vida se convierte en un compartir el amor. La plenitud de amor se ha creado en el tercer centro: al alcanzarlo durante la meditación, te encuentras desbordado de amor, de compasión. Quieres compartirlo todo, y esto sucede en el cuarto centro, en el corazón.

Es por esto que, incluso en el mundo ordinario, la gente piensa que el amor surge del corazón. Para ellos es simplemente algo que han escuchado; no lo conocen porque nunca han llegado a su propio corazón. Sin embargo, el meditador llega finalmente al corazón.

Cuando llega al centro de su ser, el tercer centro, una explosión de amor y comprensión, compasión y gozo, dicha y bendición, surge de repente en él con una fuerza tal que golpea el corazón y lo abre. El corazón está justo en medio de tus siete centros: tres centros por debajo, tres centros por arriba; has llegado exactamente a la mitad.



miércoles, enero 27, 2010

Cuando tus manos salen,
y amor, hacia las mías,
¿qué me traen volando?
Por qué se detuvieron en mi boca,
de pronto,
por qué las reconozco
como si entonces antes,
las hubiera tocado,
como si antes de ser
hubieran recorrido
mi frente, mi cintura?

Su suavidad venía
volando sobre el tiempo,
sobre el mar, sobre el humo,
sobre la primavera,
y cuando tú pusiste
tus manos en mi pecho,
reconocí esas alas
de paloma dorada,
reconocí esa greda
y ese color de trigo.

Los años de mi vida
yo caminé buscándolas.
Subí las escaleras,
crucé los arrecifes,
me llevaron los trenes,
las aguas me trajeron,
y en la piel de las uvas
me pareció tocarte.
La madera de pronto
me trajo tu contacto,
la almendra me anunciaba
tu suavidad secreta,
hasta que se cerraron
tus manos en mi pecho
y allí como dos alas
terminaron su viaje.



lunes, enero 11, 2010


Walter Faila ,,, un poeta.
Gracias por pasarte por mi blog y por tu beso. Decirte que, me encanta tu verso, tu pasión, tu profundidad, tu sensibilidad....
¡Y lo bonito que escribes!.


VOY

Solo sé, amor, que voy,
en un trópico nocturno debajo de la lluvia.
Empañando cristales con el humo de mi boca.
Que extiendo la mirada en el norte de la luna
que instruyo mis suspiros al roce con el viento.

Porque consiento que el camino conduce a alguna parte
y no es Roma el final de cada huella.

Intuyo que el estambre que cubre tus auroras
es un hilo de sueños escondido
esperando ávida que mi alma lo revele.

Y voy
como un temporal de pájaros de greda
sobrevolando las aldeas de adobe
que colapsan los pablados de tu vida.

Privado de la sabia geometría
que traza la línea paralela de mi gloria..
Aullando como un lobo entre bambúes
en la selva impenetrable de la vida.

Porque sé que aún me esperas. voy,

Desconozco si aun soy barro
en las retinas desprendida de los dioses,
o una brizna de olvido
en las manos encogidas de la noche.

No sé en que espuma está grabado mi destino
Ni en que página del labio el beso se desglosa
Pero voy, amor,
Con mi última huella hacia los nardos de tu cuerpo
Con mi última luz hacia el poniente de tu boca.



Besos, mi admirado poeta...



domingo, enero 10, 2010


Si la ves, dile que mis relojes están detenidos
en la hora justa en que leí su última letra.
Que la luna duerme en un menguante eterno,
que la palabra tiene la misma voz que nunca escuché.
Que el sol se ha encerrado en un cofre de ausencia
y espera la mágica tarde para brillar desde sus ojos.
Dile que mis poemas languidecen a su sombra,
Que soy un muelle sin mar, sin río, sin océano.
Que en mis utópicos jardines arden los pétalos
de las rosas que sembré esperando su retorno.


Si acaso la ves,
cuéntale que la ciudad acumula los hollines
de los hornos de greda que templan mis anhelos.
Que salgo a caminar en los arreboles del crepúsculo
persiguiendo al fantasma de su lívida sonrisa.
Confiésale que el paisaje agoniza en los sauces
y los pájaros ignoran mis gritos de congoja.
Que mi amor a enfermado de silencios
con una fiebre de abismos y sarcófagos.


Amiga, si la ves, si acaso la vieras,
agrega que soy una balada triste
en la orquesta despoblada de la vida.
Que en la mesa de un bar rompo el hastío
de mis revoluciones perdidas
de mis guerrillas internas.


Amiga... si la ves, abrázala por mi,
y dile nada mas que soy un tango,
solamente un tango de amor.
.

¿Fue en las islas de las rosas,
en el país de los sueños,
en donde hay niños risueños
y enjambre de mariposas?
Quizá.
En sus grutas doradas,
con sus diademas de oro,
allí estaban, como un coro
de reinas, todas las hadas.
Las que tienen prisioneros
a los silfos de la luz,
las que andan con un capuz
salpicado de luceros.
Las que mantos de escarlata
lucen con regio donaire,
y las que hienden el aire
con su varita de plata.
¿Era día o noche?
El astro
de la niebla sobre el tul,
florecía en campo azul
como un lirio de alabastro.
Su peplo de oro la incierta
alba ya había tendido.
Era la hora en que en su nido
toda alondra se despierta.
Temblaba el limpio cristal
del rocío de la noche,
y estaba entreabierto el broche
de la flor primaveral.
Y en aquella región que era
de la luz y la fortuna,
cantaban un himno, a una,
ave, aurora y primavera.
Las hadas ¿aquella tropa
brillante?, Delia, que he dicho,
por un extraño capricho
fabricaron una copa.
Rara, bella, sin igual,
y tan pura como bella,
pues aún no ha bebido en ella
ninguna boca mortal.
De una azucena gentil
hicieron el cáliz leve,
que era de polvo de nieve
y palidez de marfil.
Y la base fue formada
con un trémulo suspiro,
de reflejos de zafiro
y de luz cristalizada.
La copa hecha se pensó
en qué se pondría en ella
(que es el todo, niña bella,
de lo que te cuento yo).
Una dijo: ¿La ilusión?;
otra dijo: ¿La belleza?;
otra dijo: ¿La riqueza?;
y otra más: ¿El corazón?.

La Reina Mab, que es discreta,
dijo a la espléndida tropa:
¡Que se ponga en esa copa
la felicidad completa!.

Y cuando habló Reina tal,
produjo aplausos y asombros.
Llevaba sobre sus hombros
su soberbio manto real.
Dejó caer la divina
Reina de acento sonoro,
algo como gotas de oro
de una flauta cristalina.
Ya la Reina Mab habló;
cesó su olímpico gesto,
y las hadas tanto han puesto
que la copa se llenó.

Amor, delicia, verdad,
dicha, esplendor y riqueza,
fe, poderío, belleza...
¡Toda la felicidad!...

Y esta copa se guardó
pura, sola, inmaculada.
¿Dónde?
En una isla ignorada.
¿De dónde?
¡Se me olvidó!...
¿Fue en las islas de las rosas,
en el país de los sueños,
en donde hay niños risueños
y enjambres de mariposas?

Esto nada importa aquí,
pues por decirte escribía
que esta copa, niña mía,
la deseo para ti.



Imágenes: Josephine Wall

sábado, enero 09, 2010

Hallelujah, Enigma

Yo te vi con estos ojos que hay en mis dedos, risueña, misteriosa...



Yo te vi
con estos ojos que hay en mis dedos,
risueña, misteriosa,
bebiendo de la sonrisa
que se te quedo enredada en la boca
de aquel manojo de años
que hoy,
te roba los sueños.

Yo escuché,
en el silencio de mis oídos
la ansiedad de tus nervios,
te escuché
compartiendo soledades
murmullos,
esos que asolan acordes
y mañanas.
Yo te imaginé
tal cual eres,
vestida de pequeñas cascadas verdes
como verde la vida
y también la herida
que te sostienen,
perdida, sedienta,
tan llena de preguntas
como de estrellas.

Yo te bese
me derramé en tus labios
como un abrazo húmedo
ardiente
inagotable.

Yo te vi.


Quizás pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido
!te amaré más que nunca....y jamás lo sabrás!

La desolada estrofa, como si fuera un ala,
voló sobre el silencio...Y tú estabas allí:
Allí en el más oscuro rincón de aquella sala,
estabas tú, escuchando mis versos para tí.

Y tú, la inaccesible mujer de ese poema
que ofrece su perfume pero oculta su flor,
quizás supiste entonces la amargura suprema
de quien ama la vida porque muere de amor.

Y tú, que nada sabes, que tal vez ni recuerdes
aquellos versos tristes y amargos como el mar,
cerraste en un suspiro tus grandes ojos verdes,
los grandes ojos verdes que nunca he de olvidar.

Después, se irguió tu cuerpo como una primavera,
mujer hoy y mañana distante como ayer...
vi que te alejabas sin sospechar siquiera
¡que yo soy aquel hombre...y tú aquella mujer!





"Ama, y haz lo que quieras"
San Agustín


miércoles, enero 06, 2010

Catedral de León

La Catedral, ordinariamente, estaba anclada en el núcleo de aquellas primeras aglomeraciones de gente cuyas casas y barrios se apiñaban entorno a ella. Esta de León coincidía con el lugar geométricamente más alto y más oriental de la ciudad.
Se comenzó a construir, como era costumbre, por la cabecera, en dirección EO, para lo que fue preciso romper la muralla. Era, pues, lo primero que tocaba la luz, tanto por orientación como por altura.

Los mil ochocientos metros cuadrados de superficie que cubren, se distribuyen entre las siguientes unidades:
Tres grandes rosetones, de ocho metros de diámetro cada uno. Treinta y un ventanales altos, de cuatro huecos y dos lancetas laterales, excepto los del presbiterio que se reducen a tres y a dos. Cada uno mide doce metros de altura. Suman, en total, ciento doce huecos grandes y cuarenta y ocho lancetas. Sobre ellos hay ochenta y tres rosas polilobuladas. En las naves laterales hay cuarenta y ocho huecos y dieciocho rosas. Hay treinta y siete ventanales en la franja del triforio, de tres metros y medio de altos cada uno, con una cifra de ciento treinta y seis huecos y cuarenta y ocho lancetas. A ello tenemos que añadir multitud de enjutas, triángulos, las divisiones de los rosetones, etc.
Cada cristal, como una piedra preciosa, se convierte en fuente de mil matices coloreados y cargados de mensaje trascendente. No se sabe si la luz se hace palabra o si la palabra se transforma en luz; ésta, cuando penetra en el interior del templo. queda filtrada sin la materia blanca que la aproxima más al orden físico; es entonces cuando adquiere un sentido más profundo y revelador de la divinidad: imagen también del hombre que se deja iluminar y encarna la Palabra sin oponer obstáculo moral.
En este fenómeno se inspiraban los teólogos medievales que por entonces intentaban explicar con una fórmula perfecta el misterio de la Encarnación del Verbo en las entrañas virginales de María, "a la manera que un rayo de sol pasa por un cristal sin romperlo ni mancharlo".
Esta dimensión mística de la luz hay que tenerla muy en cuenta al intentar descubrir el verdadero contenido de la Catedral. Lo más importante de las vidrieras es la contribución a la sacralidad de su espacio.

Con toda probabilidad los primeros vidrieros que trabajaron en esta Catedral eran franceses, y centraron su labor en los huecos de las capillas de la girola. Durante el siglo XIII aparecen- varios nombres, algunos de los cuales relacionados con talleres burgaleses, traídos a León por el arquitecto Juan Pérez. Muchos se citan indirectamente, al figurar como testigos de contratos. Entre ellos, están Domingo (1214), Adam y Fernán Arnol (1263), Pedro Guillelmo (1246 y 1269). De ésta primera etapa se conservan varios paneles muy localizados y la vidriera de la "Cacería", que ocupa el quinto lugar de las altas, por el lado del evangelio. Lo restante se integra en composiciones, como ocurre con el árbol de Jesé, central del ábside, y la número treinta y uno, primera del lado del sur. También son de esta época varias rosas del rosetón del norte.
El siglo XIV nos oculta con un gran silencio los nombres de los vidrieros de la Catedral. No obstante, es de suponer que la actividad fuera intensa, ya que desde muy pronto estaban concluidas todas las tracerías. La industria del vidrio cobró gran desarrollo por aquellas fechas, tras haberse descubierto el amarillo de plata que potenciaba la multiplicidad de colores y matices. Los gremios de vidrieros iban en aumento. Por seguirse usando los vidrios pequeños y gruesos, la luz continuaba movilizándose más, aunque técnicamente se fuera avanzando hacia un innovador sentido pictórico sobre el cristal.
Del siglo XIV se cree que son las rosas de las naves laterales y la ojiva de sus vanos. Además, la mayoría de las que cierran el rosetón del norte y las naves altas del mismo lado.
En el siglo XV nos encontramos con abundante documentación, y tanto la estética como la técnica de determinadas series nos dan pie para hacer atribuciones bastante certeras. Por otra parte, los artistas estaban vinculados a determinados obispos, cuyos escudos aparecen en algunas vidrieras. Se habla, en los contratos, de mercaderes burgaleses, de artistas procedentes de Flandes y de Centroeuropa; de numerosas restauraciones y de vidrios; de compras de estaño y de plomo.
Un gran impulsor de toda esta actividad fue el obispo Juan de Villalón (1419-1424), quien prestó y dejó como donación parte de sus bienes para las vidrieras de la Catedral. Bajo su mecenazgo trabajó el maestro Arquer, a quien se atribuyen las del presbiterio y alguna del lado norte.
Bajo el obispo Alfonso de Cusanza estuvo en León Alfonso Díez, no sabemos si leonés o de Burgos. Se ocupó de las vidrieras durante nueve años, realizando varias del crucero, tanto norte como sur.
Durante la segunda mitad del siglo XV se fueron sucediendo, cuando no trabajaban a la vez, los maestros Valdovín, Annequín, Escalante y Nicolás Francés, entre otros. A ellos se deben casi todas las altas del costado sur y alguna de las capillas. Annequín, en concreto hizo la de la Virgen del Dado, sobre cartones de Nicolás Francés, ejecutor de los dibujos para otras muchas.

En el siglo XVI trabajaron hombres tan importantes como Diego de Santillana, que el año 1507 concluía los tres ventanales de la librería. Además de Rodrigo de Herreras que hizo de la Natividad en la capilla de la Virgen Blanca en 1565, hay referencias sobre Gregorio de Herreras, los Carrancejas, etc.
Durante los siglos XVII y XVIII, poco amigos de lo medieval, el interés se centró fundamentalmente en restaurar y poner remiendos a las existentes, que venían sufriendo graves deterioros, debidos, no solamente al desgaste del tiempo, sino también a los graves avatares a los que se vió sometida la arquitectura de este templo.
Así llegaríamos hasta la última década del siglo XIX, en que los arquitectos Bautista Lázaro y Juan Torbado emprendieron la ingente tarea de recomponer y restaurar la totalidad de los vidrios, actualizando en León un importante taller, en el que tuvieron gran protagonismo Guillermo Alonso Bolinaga, Alberto González, Marceliano Santamaría, etc. a este último se deben las que cierran el triforio por la parte del presbiterio, que alteran la uniformidad cromático del conjunto. La mayoría de los temas heráldicos de dicha zona, son también recreación del siglo XIX, y se refieren a familias, nobles o regiones que cooperaron en la restauración de la Catedral.











Y como cada año en esta mágica noche en la que los Reyes Magos de Oriente llegan envueltos en aromas a incienso, mirra y vela quemada, retorno a mi más tierna infancia rememorando aquellos momentos llenos de emoción con los preparativos para ellos; poner unas pastas en una bandeja y una copita de licor (que se las comía y bebía luego mi hermano, pero lo supe años después) y el recordatorio repetitivo a mi madre de que antes de acostarse no se le olvidara dejar la ventana abierta para que pudieran entrar y dejar sus regalos junto a los zapatos que había limpiado con esmero y había colocado bajo el árbol de Navidad iluminado de luces de colores.


Esta noche, la magia de los Reyes de Oriente me atrapa y como siempre les pido mis regalos; regalos de esos que no se pueden comprar con dinero. Espero haber sido buena a sus ojos y se me concedan y si no es así no dudo que el próximo año en una noche como la de hoy, volveré a sentir su magia y nuevamente volveré a pedir mis deseos.
Deseos del alma.

lunes, enero 04, 2010

En el jardín secreto, bajo el árbol,
despacio, muy despacio, desataste mis trenzas
y luego, impetuoso, porque yo sentí frío
y terca me negaba, arrancaste mi ropa.
Con cíngulo de larga enredadera
la deslucida organza que sirviera de colcha
a la cuna común, experto me ceñiste.
En la callada hora, muy lejos de los padres,
con jugo de geranios la boca me teñías
y ajorcas vegetales en mis breves tobillos
se enroscaron.
Bailé furiosamente.
Cual halo tras de mí henchíase la túnica,
en torno a ti crecían los aros de mis huellas.
Yo, tanagra diversa, evasivo laurel
y tú quieto. Perfectamente quieto.
salvo el brazo con el que me flagelabas.



John Everett Millais. Ofelia


I
En las aguas profundas que acunan las estrellas,
blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio,
flota tan lentamente, recostada en sus velos...
cuando tocan a muerte en el bosque lejano.

Hace ya miles de años que la pálida Ofelia
pasa, fantasma blanco por el gran río negro;
más de mil años ya que su suave locura
murmura su tonada en el aire nocturno.

El viento, cual corola, sus senos acaricia
y despliega, acunado, su velamen azul;
los sauces temblorosos lloran contra sus hombros
y por su frente en sueños, la espadaña se pliega.

Los rizados nenúfares suspiran a su lado,
mientras ella despierta, en el dormido aliso,
un nido del que surge un mínimo temblor...
y un canto, en oros, cae del cielo misterioso.

II
¡Oh tristísima Ofelia, bella como la nieve,
muerta cuando eras niña, llevada por el río!
Y es que los fríos vientos que caen de Noruega
se habían susurrado la adusta libertad.

Y es que un arcano soplo, al blandir tu melena,
en tu mente traspuesta metió voces extrañas;
y es que tu corazón escuchaba el lamento
de la Naturaleza -son de árboles y noches.

Y es que la voz del mar, como inmenso jadeo
rompió tu corazón manso y tierno de niña;
y es que un día de abril, un bello infante pálido,
un loco miserioso, a tus pies se sentó.

Cielo, Amor, Libertad: ¡qué sueño, oh pobre Loca! .
Te fundías en él como nieve en el fuego;
tus visiones, enormes, ahogaban tu palabra.
-Y el terrible Infinito espantó tu ojo azul.

III
Y el poeta nos dice que en la noche estrellada
vienes a recoger las flores que cortaste ,
y que ha visto en el agua, recostada en sus velos,
a la cándida Ofelia flotar, como un gran lis.



domingo, enero 03, 2010


Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí...
Pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.
.

.

sábado, enero 02, 2010



Hay corazones plagados de estrellas
enamorando a las noches más bellas no me imagino escribiendo estas cosas sin ti.

Hay corazones que intentan poesía
el mío ni harto de amor te diría
que no consigue belleza de luna sin ti,
ves...

Hay corazones que van despacio
locos y ciegos buscando su espacio
hay corazones y corazones
y cada cuál latirá sus pasiones.

Hay corazones con alas de espinas,
te dan deseos, caricias,
no me imagino el placer de una herida sin ti,
ves...

Me llueven mares de corazones,
cambiando el rumbo de mis emociones
un horizonte y un para siempre
mi corazón que con el tuyo se pierde.

Quiero, más que nada sé que quiero
más allá te quiero y siento
siento que me hace bum bum
mi corazón bum bum

Quiero, tanto quiero y quisé tanto
y tanto fue que no sé cuánto
siento que me hace bum bum
mi corazón bum bum bum bum.

Hay corazones que tiran al arte
y sólo el tuyo que es punto y aparte
no me imagino una vida, una historia sin ti
ves...

Me llueven mares de corazones
cambiando el rumbo de mis emociones
un horizonte y un para siempre
mi corazón que con el tuyo se pierde.
Hay corazones que van despacio
locos y ciegos buscando su espacio
hay corazones y corazones
y cada cuál latirá sus pasiones.
Me llueven mares de corazones,
cambiando el rumbo de mis emociones
un horizonte y un para siempre
mi corazón que con el tuyo se pierde.


....
Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.


viernes, enero 01, 2010



Y la primera entrada del Año 2010 no podía ser otra que el vídeo del concierto de Viena con la
Marcha Radetzky de Strauss.