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viernes, noviembre 25, 2011


Durante años Hitoshi intentó -inútilmente- despertar el amor de aquella a quien consideraba ser la mujer de su vida.
Pero el destino es irónico: el mismo día que ella lo aceptó como futuro marido, también descubrió que tenía
una enfermedad incurable y le quedaba poco tiempo de vida.

Seis meses después, ya a punto de morir, ella le pidió:
- Quiero que me prometas una cosa: que jamás te volverás a enamorar. Si lo haces, volveré todas las noches para espantarte.

Y cerró los ojos para siempre. Durante muchos meses Hitoshi evitó aproximarse a otras mujeres, pero el destino continuó irónico, y él descubrió un nuevo amor. Cuando se preparaba para casarse, el fantasma de su ex amada cumplió su promesa y apareció.

- Me estás traicionando- le dijo.

-Durante años te entregué mi corazón y tú no me correspondías -respondió Hitoshi – ¿No crees que merezco una segunda oportunidad de ser feliz?

Pero el fantasma de la ex amada no quiso saber disculpas, y todas las noches venía para asustarlo.
Contaba con todo detalle lo que había sucedido durante el día, las palabras de amor que él había dicho a su novia, los besos y abrazos que se habían intercambiado.

Hitoshi ya no podía dormir, así que fue a buscar al maestro zen Bashó.

-Es un fantasma muy listo- comentó Bashó.

-¡Ella sabe todo, hasta los menores detalles! Y ya está acabando con mi noviazgo, porque no consigo dormir
y en los momentos de intimidad con mi amada me siento muy inhibido.

-Vamos a alejar este fantasma- garantizó Bashó.
Y le dio las directivas.

Aquella noche cuando el fantasma retornó, Hitoshi lo abordó antes de que dijera la primera frase.

-Eres un fantasma tan sabio, que haremos un trato. Como me vigilas todo el tiempo, te voy a preguntar algo que hice hoy: si aciertas abandono a mi novia y nunca más tendré mujer. Si te equivocas, has de prometer
que no volverás a aparecer, so pena de ser condenado por los dioses a vagar para siempre en la oscuridad.

-De acuerdo- respondió el fantasma, confiada.

-Esta tarde estaba en el almacén y en un determinado momento cogí un puñado de granos de trigo de dentro de un saco.

-Sí, lo vi- dijo el fantasma.

- La pregunta es la siguiente:
¿cuántos granos de trigo tenía en mi mano?.

El fantasma en ese instante comprendió que no conseguiría jamás responder la pregunta.
Y para evitar ser perseguido por los dioses en la oscuridad eterna, decidió desaparecer para siempre.

Dos días después Hitoshi fue hasta la casa del maestro zen.

-Vine a darle las gracias.

-Aprovecha para aprender las lecciones que hacen parte de esta experiencia – respondió Bashó.

“En primer lugar, aquel espíritu volvía siempre porque tenías miedo. Si quieres alejar una maldición, no le des la menor importancia.”

“Segundo: el fantasma sacaba provecho de tu sensación de culpa: cuando nos sentimos culpables, siempre deseamos -inconscientemente- el castigo.”

“Y, finalmente: nadie que realmente te ame te obligaría a hacer ese tipo de promesa.
Si quieres entender el Amor, aprende la Libertad.”
.
Ahuyentar los fantasmas
Paulo Coelho

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