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lunes, junio 25, 2012

 Jan Brueghel el Viejo. Orfeo y Eurídice en el Inframundo

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Orfeo y Eurídice

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Auguste Rodin. Orfeo y Eurídice saliendo del Infierno, 1893
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Orfeo era el músico más extraordinario de todos los mortales y con su canto, deleitaba a todas las criaturas de la naturaleza. El día de su boda con Eurídice, la bella mujer de quien estaba enamorado, cantó mejor que nunca. Todos a su alrededor parecían festejar su amor con la misma alegría viendo a los amantes paseando felices por la verde pradera.

Tiziano. Orfeo y Eurídice, 1508
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Sin embargo, la adversidad los acechaba en el camino y se ensañaría con ellos. Una serpiente venenosa mordió a Eurídice, quien dejando escapar un grito de su garganta cayó herida de muerte.Orfeo, desesperado, trató inútilmente de ayudarla, pero ya era tarde; el veneno se había esparcido por todo su cuerpo sin darle tiempo a nada e irremediablemente al poco tiempo murió en sus brazos.
Orfeo no pudo recuperarse de su profunda pena y toda la naturaleza lo acompañó en su dolor; las aves con sus agudos lamentos y los árboles emitiendo extraños y lúgubres sonidos con sus follajes. No pudiendo soportar tanto dolor, Orfeo decidió bajar al Averno decidido a recuperar a su amada.
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Peter Paul Rubens. Orfeo y Eurídice, 1636-1637
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Acompañado por un barquero, atravesó el oscuro pantano del Estigio, que separaba el reino de los vivos del de los muertos; e iluminándose con una antorcha se hundió en las oscuras profundidades de la morada de los muertos. Lo acompañaron en su travesía los macabros sonidos de los fantasmas errantes, que no lo desanimaron, tan decidido estaba de hallar a su amada. Encontró los rostros ajados de las Furias, y el perro Cancerbero de tres cabezas que custodiaba el palacio de Plutón y Proserpina, los señores de los muertos que se encontraban sentados en sus tronos. Se postró a sus pies y tomando su lira comenzó a cantar una hermosa canción sobre su perdida amada. Todos los presentes lloraron al compás de su triste canto y los reyes se apiadaron de él.
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Ary Scheffer. El luto de Orfeo por la muerte de Eurídice, 1814
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Eurídice fue llamada para que se presentara en el salón del trono y al encontrarse ambos amantes se abrazaron. Plutón autorizó a Eurídice a regresar al mundo de los vivos pero con una condición, que Orfeo no girase su cabeza para mirarla en su viaje de regreso, debiendo confiar en que ella lo estaría siguiendo.
Acompañado del barquero regresó por el mismo camino lúgubre que lo había conducido hasta el Averno, atravesando sus macabras y oscuras sendas y rodeado de tenebrosos aullidos y lamentos.

Camille Corot. Orfeo guiando a Eurídice desde los Infiernos, 1861
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Mientras atravesaban el río Estigio, Orfeo pudo ver una fuente de luz que anunciaba la salida y ambos se apresuraron a salir de la caverna. Una vez afuera, Orfeo no pudo evitar darse vuelta para comprobar si detrás de él venía Eurídice, sin recordar que la condición impuesta por los reyes del Averno era que ambos tenían que estar afuera para poder mirarse mutuamente. Ni bien sus ojos se posaron en el bello rostro de Eurídice, ésta le dijo adiós y desapareció para siempre.
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Gustave Moreau. Orfeo, 1865
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Orfeo quiso seguirla pero espectros fantasmales le impidieron el paso y el barquero se negó a acompañarlo. Desalentado, subió hasta lo alto de una colina y allí comenzó a llorar desconsoladamente. Su lamento se fue convirtiendo en una triste melodía que atrajo a los pájaros, animales y árboles del lugar, que mientras lo escuchaban trataban de protegerlo del fuerte viento y de las inclemencias del tiempo.

http://filosofia.laguia2000.com/mitologia/el-mito-de-orfeo-y-euridice
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 George Frederic Watts. Orfeo y Eurídice, 1875
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 Henri Levy. Muerte de Orfeo
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Las Metamorfosis
Ovidio
Libro XI
Muerte de Orfeo
*fragmento

Mientras con un canto tal los bosques y los ánimos de las fieras,        
de Tracia el vate, y las rocas siguiéndole, lleva,        
he aquí que las nueras de los cícones, cubiertas en su vesanos        
pechos de vellones ferinos, desde la cima de un promontorio divisan        
a Orfeo, a los percutidos nervios acompasando sus canciones.   
De las cuales una, agitando su pelo por las auras leves:        
«Ay», dice, «ay, éste es el despreciador nuestro», y su lanza        
envió del vate hijo de Apolo contra la boca,        
la cual, de hojas cosida, una señal sin herida hizo.        
El segundo disparo una piedra es, la cual enviada, en el mismo    
aire por el concento vencida de su voz y su lira fue,        
y como suplicante por unas osadías tan furiosas,        
ante sus pies quedó tendida. Pero temerarias crecen        
esas guerras y la mesura falta e insana reina la Erinis,        
y todos los disparos hubieran sido por el canto enternecidos, pero el ingente         
clamor, y de quebrado cuerno la berecintia flauta,        
y los tímpanos, y los aplausos, y los báquicos aullidos        
ahogaron la cítara con su sonar: entonces finalmente las piedras        
enrojecieron del no oído vate con su sangre        
y primero, atónitos todavía por la voz del cantor,         
a los innumerables pájaros y serpientes y el tropel de fieras,        
las Ménades a título del triunfo de Orfeo destrozaron. 

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John William Waterhouse. Las ninfas encuentran la cabeza de Orfeo, 1900
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“Si fueras tú mi Eurídice, oh señora,
ya que soy yo el Orfeo que te adora,
tanto el poder mirarte en mí pudiera,
que sólo por mirarte te perdiera;
pues si perdiera la ocasión de verte,
perderte fuerais, por no perderte.
Mas tú en la tierra, luz clara del cielo,
firmamento que vives en el suelo,
no podía ser que fueras
sombra, que entre las sombras asistieras;
que el infierno contigo alumbrara;
y tu divina cara,
como el sol en su coche,
introdujera auroras en la noche.
Ni yo, según mis sentimientos veo,
fuera música Orfeo;
pues de amor y tristeza el alma llena,
no pudiera cantar, viéndote en pena.”
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Francisco de Quevedo
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Odilon Redon. La muerte de Orfeo, 1905-1910
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Charles de Sousy Ricketts. Orfeo y Eurídice, 1922
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Marc Chagall. Orfeo y Eurídice, 1977
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Antonio Canova. Orfeo y Eurídice, 1773-1774
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